Dolor de crecer o dolor de estancamiento

La plenitud nace de la sensación de expansión y crecimiento. Si te sentís atascado, leéme.

Hoy, como cada mañana desde que el frío polar horroroso pasó y el calendario indica que es primavera -muy que odiaba el invierno- salí a ver la huerta y me encontré con algo.

Analogías de la vida huertera

Recapitulemos. Hace un mes o algo así, mi amiguismo Martín me regaló un montón de plantines que él hace con mucho amor. Él normalmente los tiene dentro de sus casa, con la temperatura adecuada, chequeando varias veces al día si necesitan agua o si el sol les da muy fuerte, y yo quise cuidarlos igual. Los tenía en una cajita en la cocina, los miraba, los regaba, me escuchaban cantar (eso no sé si es bueno o es malo)... Hasta que un día decidí que ya octubre estaba avanzado y los trasplanté a su lugar definitivo en la huerta.

Para lo briosos y desafiantes que se veían en mi cocina, tengo que decir que una vez puestos en la huerta parecían unos yuyitos temerosos con más ganas de acostarse que de dar frutos. Tan así era su delicadeza que corté unos bidones de agua a la mitad y les coloqué un mini invernadero a cada uno. Me parecía que un poco de sostén extra para enfrentar el mundo podía ser beneficioso. Así los seguí regando, por el pico de la botella. Hasta hoy.

Cuando estaba a punto de regar uno de los plantines vi cómo unas hojas asomaban por el pico de la botella. Hojas que habían hecho su camino hacia afuera en la desesperación por luz y espacio, asumo. Las ramas se veían fuertes, pero estaban arrugadas y los extremos estaban chamuscados por hacer fuerza contra los bordes.

Hoy, 9 de noviembre, todavía hace frío y hay viento, y la verdad es que dudé acerca de quitarle la protección a mis plantines. Se veían tan seguras ahí dentro que no sé... un minuto más tarde me di cuenta de que esa ramita que salía por el pico ya estaba urgida por crecer y que retener el invernadero solo iba a limitarla. Y lo retiré.

Elegir qué dolor

Lamento decirlo, pero siempre hay algo de dolor, tal vez podríamos usar otra palabra como molestia o incomodidad, en la vida. No importa cuan agradecidos seamos, eso siempre es bueno, el crecimiento es una delicada tensión entre pequeños logros, frustraciones, miedos, saltos de fe, golpes de suerte, deseo, nuevos riesgos, y así hasta, ya saben... el fin.

Muchas veces escucho a clientes decir que no están satisfechos con al menos un aspecto de su vida a pesar de estar haciendo, tener y ser todo lo "correcto". Sienten que tienen claros sus valores, han establecido objetivos, están trabajando y aún así, algo falta. No logran sentir plenitud, les falta empuje, algunos hasta sienten tristeza, enojo o desgano.

Por otro lado, también recibo personas que buscan ayuda porque han elegido un objetivo tan grande que los dejó paralizados y no saben cómo volverlo realidad. De repente sienten que no está a su alcance, que no van a poder, que no tienen herramientas y se sienten, adivinen... frustrados, enojados e insatisfechos.

What the fucking fuck???, dirán ustedes. Oh yeah, les digo yo.

A veces logramos armarnos un invernadero y por un tiempo nos funciona. Un trabajo seguro, un ingreso constante, un gimnasio que queda cerca de casa, un plan que entendemos, una rutina que no significa mayores esfuerzos, una agenda organizada... Si miramos nuestra vida no podemos hacer más que agradecer. Mucha gente querría lo que tenemos, peeeero... si no nos sentimos expansivos el dolor es inevitable. Es el dolor por estancamiento. Un dolor que es difícil de identificar y que subyace a todo lo que hacemos en el día.

Una vez que nos damos cuenta de lo que nos pasa, que lamento decir, es un trabajo de exploración intenso, y logramos establecer objetivos lo suficientemente grande como para emocionarnos, también encaramos un camino que da incomodidad. Es incómodo no saber, es doloroso fallar, es frustrante poner tanto trabajo para avances tan lentos. El dolor de crecer. Inevitable.

La verdad de la milanesa es que los humanos somos bichos raros; necesitamos estabilidad y predictibilidad, pero también novedad y sorpresas. Necesitamos estar en constante crecimiento para sentirnos vivos, para saber que cada día está valiendo la pena y para que cada golpe tenga sentido. Somos seres que necesitamos renovarnos para dar frutos, podarnos y soportar estaciones secas y lluviosas, pero siempre hacia adelante y arriba.

Marta, si te sentís incómoda, salí del invernadero y dejá que te de el sol de frente y que el viento te revuelva el pelo. Levantá ese peso extra. Caminá ese kilómetro adicional. Llamá a esa persona, invitala. Dejá ese trabajo y empezá tu negocio. Aprendé de finanzas. Contratá a ese entrenador. Anotate on Open english, algoooooo!

Yo te tengo fe.