Para tiempos difíciles

Les dejo un par de ideas sueltas por si algún día las necesitan.

Este es un post raro. Es casi el fluir de mis pensamientos en una tarde de sábado mientras organizo algunas cosas en mi escritorio. “Organizar algunas cosas” quiere decir por fin tirar esos tickets y papelitos, devolver a la biblioteca los libros que ya leí (y los que acepto no voy a leer ahorita) y hacer lugar para chatarra nueva. Y pienso. Y siento que hubiese querido saber cosas antes y que quisiera que alguien me las hubiera dicho y por eso escribo.  Mientras escribo suena Amar pelos dois, de Salvador Sobral, por si quieren entrar en el mismo ambiente.

A lo largo de la vida he tenido, obviamente, tiempos difíciles. Para hacer dulce, de hecho. Ya saben, esas épocas donde muchas cosas parecen ir mal y no logramos unos pequeños wins como para recuperar esperanza. O tal vez ese otro tipo de época mala donde pasa algo adverso tan agudo y punzante, tan cruel, que nos deja con una herida abierta que supura dolor e imposibilita casi el movimiento. Enfermedades, abandono, pérdida, burnout, soledad… Sí, todos hemos estado en algunos de estos lugares. Escalofríos.

Me recuerdo poco en esos momentos. Recuerdo el dolor, la desesperación, la agonía. Recuerdo la sucesión de escenarios, los olores de algunos lugares, el ardor de los ojos de tanto llanto. El deseo de la siesta al despertarme a la mañana. El miedo. Pero no recuerdo qué hice. No recuerdo mi ropa, ni qué películas vi, ni si esos inviernos fueron crudos o las primaveras floridas. Cero.

Y de las personas que estaban conmigo recuerdo el amor, pero no los eventos que los consumían a ellos. Y al hablarlo hoy, compartimos esta sensación de disociación prolongada. Sabemos que estuvimos para los otros, pero sentimos que no estuvimos nosotros mismos.

Hoy, con… tos, tos, cuarenta años, cien horas de terapia, 300 libros y 1000 podcasts encima, creo que me he hecho de algunas herramientas que me ayudan a surfear los tiempos, y creo que podrían servirles a algunos humanos también. No les digo que facilite nada, lo que sí siento es que ayuda a que el dolor sea algo que pasa mientras vivimos. Que nos previene un poco de la tentación de existir nada más.

 

¿Qué es el autocuidado?

Deben haberlo escuchado mil veces en inglés como self-care, y lo que quiere decir es cuidar la salud propia en todas sus partes: salud mental, emocional, espiritual y física mediante prácticas que las cultiven y promuevan. Podemos pensar estas prácticas como algo que nos hace bien en este momento y tendrá resultados benéficos en el futuro también. Es invertir nuestra energía de forma tal que tengamos reservas para afrontar lo que toque.

Para cada uno el autocuidado se va a ver diferente y se vuelve más fácil cuanto más trabajo de exploración personal hayamos hecho. Si somos muy sociales tal vez necesitemos compartir con gente con mayor frecuencia; tal vez necesitemos espacios de expresión creativa para mantenernos estimulados o, al revés, más tiempo de ocio y silencio. A veces cuidarnos será un baño caliente, la lectura de un buen libro o una caminata. A veces sentarnos el domingo a la noche a organizar la semana para no abrumarnos con tareas. En fin, cada uno sabe qué es fomentar la salud para sí mismo. Lo importante es reconocer qué practicas son “medicinales” para nosotros y darles regularidad y un carácter de impostergables.

 

Los beneficios

El primer beneficio, en mi experiencia, es que nos conecta con un yo que puede sentir placer y felicidad aun en el marco de un momento difícil. Es ese poder de sacarnos de un estado sin importar qué va a pasar al momento siguiente y ponernos en contacto con una parte de nosotros que no deja de existir abrumada por el dolor o la desesperación.

Las prácticas de cuidado personal nos ayudan a desarrollar resiliencia y a curar, permiten procesar las emociones de manera más efectiva para salir fortalecidos de los procesos de duelo o desafío extremo.

Una herramienta para todos los días

Les quiero compartir una estrategia que no es mía, es de una psicóloga que se llama Suzy Reading, y se trata de un diagrama que ayuda a expandir nuestra idea de autocuidado y de llevar un registro de lo que realmente estamos haciendo. Se llama, poco más poco menos, La rueda de la Vitalidad y muestra áreas para prestar atención y sobre las cuales trabajar para generar bienestar y conexión.

Si tienen ganas de profundizar más les recomiendo sus libros o su web site, yo les voy a contar la idea general con el objetivo de mostrarles que cuando no tenemos la costumbre de cuidarnos como práctica habitual, un mapa viene bien.

Cada uno va a leer las categorías y va a asignar prácticas según su idea de lo que esa área significa. A mí me funciona más empezar por cosas chiquitas, que en momentos muy bajos son algo así como dar una vuelta a la mazana o vestirme con ropa no piyamezca. En momentos buenos trato de chequear estar al día con mis propósitos y mi servicio, mantener lindos mis espacios y dedicar tiempo a mis vínculos.

Para cerrar, quiero decirles que la herramienta que más me sigue funcionando después de todos estos años terrenales es el autoconocimiento. Saber cuáles son mis formas de reaccionar y mis tendencias, qué me hace sentir mejor instantáneamente y a quién llamar para darme un empujón, cuándo estoy siendo indulgente con actitudes que no me llevan a ningún lado y cuándo es hora de darme un tiempo fuera.

Les dejo esto y, como dice alguien que admiro: los quiero y estoy orgullosa de ustedes.